domingo, 31 de octubre de 2010

Crisis y superación


Para poder cambiar algo en nuestra vida, debemos aceptar, antes que nada, que hay cosas que están mal y que nos estamos dando cuenta que están mal, ya sea por los hechos en sí mismos, o por su repercusión física o bien psíquica sobre nuestra persona.
Por ejemplo, nosotros podemos aceptar algunos aspectos de nuestra persona que no son adecuados, pues somos concientes de que nos han causado problemas, y ése será el primer paso hacia la modificación de nuestra conducta al respecto.
¿ Cómo podemos cambiar sentimientos negativos si no partimos de la base de que éstos existen?
Por lo tanto, puedes preguntarte ahora mismo, y escribir en una hoja...
" ¿ Cuáles son aquellos sentimientos negativos que percibo y que éstan obstruyendo mi camino hacia mi propio bienestar? "
El valor de escribirlos es que vas a tener acceso a ellos cuando quieras, pudiendo agregar o quitar de esa lista las cosas que vayas resolviendo con tu propio ejercicio de vida.
Una vez que tomamos conciencia de lo que sucede dentro de nosotros, debemos establecer qué es lo que pretendemos, si son pequeños cambios, bastará con modificar las conductas y actitudes de todos los días.
Ahora, si lo que pretendemos tiene que ver con transformaciones más profundas, deberemos ver la significación trascendente que tienen nuestros modelos básicos de comportamiento.
Todo lo que vale en la vida cuesta lograrlo.
Pero debemos alejarnos del miedo a esforzarnos para no caer en la mediocridad, aprender a subir la escalera peldaño a peldaño, aunque nuestra motivación, en este momento, no sea la mejor.
Revisar nuestra imagen y el concepto que tenemos de nuestra persona como tal son los primeros eslabones que debemos comenzar a unir en la búsqueda de un mejor juicio sobre nosotros mismos, que es el núcleo central de la autoestima.
La realidad nos muestra que, de todos los juicios que podemos recibir a lo largo de la vida, el que más importancia y trascendencia tiene es el que nos merece nuestra propia persona.
Cuando nos proponemos algo y actuamos en consecuencia para obtenerlo, nace una confianza basada en nuestra capacidad de ser responsables de conseguir nuestros objetivos.
El tener confianza en nosotros mismos nos ayuda a respetarnos y a que los demás también nos respeten.
Sentirnos dignos y respetados es una misión intransferibles que cada ser humano debe cumplir, y por la cual debe luchar.
Sugiero que inicies ahora esa batalla por ser tú mismo, con tus virtudes, y que intentes corregir aquello que hoy sientes como puntos débiles de tu manera de ser...

" Todo lo que vale en la vida cuesta lograrlo ".

domingo, 24 de octubre de 2010

Frase.


" Si una espina sigue clavada es dificil sanar la herida..."

jueves, 21 de octubre de 2010

Curar el alma...


Curar el alma... nuestra alma esta llena de pequeñas cicatrices, estas se forman a lo largo de los pasos que vamos dando por la vida.
Son cicatrices de perdidas de seres amados, de humillaciones, de burlas, de agresiones... Todos indefectiblemente las tenemos, algunas son cicatrices mas largas , otras mas cortitas, algunas son mas profundas que otras....
Las cicatrices quedan de manera permanente, símbolos de que se ha vivido, de que se ha sentido, de que existimos... son una forma de aprender, no es la mejor forma, porque es una dolorosa manera... pero al fían y al cabo una mas....
Se puede curar el alma, se puede curar con el amor sincero de las personas que están a nuestro lado, con el amor de amistades, de familia, y sobre todo con el amor que da la persona que esta a nuestro lado para compartir la vida, nuestra pareja.. nuestro amor.
Cuando el amor es sincero, cuando se brinda de manera incondicional, sin egoísmo , sin miedo , sin esconder nada.... Es un amor que cura, que acaricia y sana.
Tener la compania, el apoyo de la persona amada, la sinceridad, las palabras que marcan los aciertos y desaciertos, nos ayuda a crecer , a mejorar como personas, el amor, la persona elegida como pareja es una pilar de sostén, es una fortaleza donde podemos refugiarnos, y disfrutar de la vida, disfrutar de las caricias al alma.
De la sanación del alma, con el amor de quien se ama, amando y sintiéndose amada/o.


domingo, 10 de octubre de 2010

Lágrimas y espinas.


¿Cómo se crearon las rosas?
¿Cómo eran antaño?
Estas son dos de las preguntas, que algunas personas se formulan así mismas, a lo largo de su vida.
En una casa a las afueras de Burgos, un muchacho, vivía con su familia.
El muchacho, cuyos cabellos, despuntaban al alba, salió un día con su hermana pequeña, a jugar al jardín de su casa. La niña, que tenía tres años, agarró una rosa de uno de los rosales.
Las espinas de la rosa, arañaron su piel. No lloró. Tan sólo, se dispuso a preguntarle a su hermano:

-¿Por qué las rosas, siendo tan bellas, hacen daño?
El muchacho, la sonrió. Apartó la rosa, de la mano de su hermana, y la sentó en sus piernas.

-Por que a veces, las cosas más dolorosas, son las más bellas.
-¿Y por qué?
-¿Quieres saberlo?

La niña, asintió, con una bella sonrisa dibujada en los labios.

-Te voy a contar una historia.


Cuenta la leyenda, que hace muchos muchos años, cuando aún los hombres, se valían de sus caballos, para ir a la guerra, existió un niño. Dicho niño, aprendió a ver la belleza de las cosas, a través del corazón, pues era invidente. Quería a su madre por encima de todo, y esperaba con más fuerza que nada, el nacimiento de su hermana. El padre, del niño, había fallecido hace unos meses, y desde entoces, el niño dormía con su madre.
El día en el cual, iba a podrucirse, el alumbramiento de su hermana, el niño, fue acompañado de su tía al hospital, para ver a su madre, y conocer el rostro de su hermana.

Cuando llegó, recibió un fuerte golpe de dolor. Una de las enfermeras, se acercó hasta ellos:

-Lo siento.-dijo.

La tía del pequeño, rompió a llorar, tras conocer la terrible noticia.
La madre del niño, había muerto durante el parto, tras sufrir un paro cardiaco. El niño, con la mirada en un punto fijo, agarró con mucha fuerza la rosa que portaba en su mano derecha, que iba a haber regalado a su madre.

Por aquel entonces, las rosas, eran muy diferentes. Eran todas de color blanco. Su tallo era liso. Tan liso, como una fina superficie de madera. Carecían de olor.

Tanto lloró el niño, sobre la rosa, que hizo, que del tallo, brotasen espinas, que se clavaron como acechantes flechas, en su piel. Las espinas, dejaron huella en su mano, haciendo, que de esta, brotasen pequeños ríos de sangre, que tiñieron la rosa de color carmesí. Pero la faltaba algo. Pues aún seguía incompleta. El niño, fue llevado de la mano de la enfermera, a la sala de cunas, donde se encontraba su hermana. Se acercó a ella. Sin soltar la rosa de su mano, cogió a su hermana en los brazos.

No la veía, no veía su rostro, pero pudo percibir su olor, a través de la rosa. El olor a vida, que la niña, portaba en su piel, se trasladó a la rosa, quedando en esta, un olor imperecedero.

El niño, cerró los ojos, olió la rosa.

Al abrirlos, pudo ver el rostro de su hermana. Sus ojos, se habían curado. Ya no era ciego.

El niño, conservó la rosa en un jarrón, hasta el día de su muerte, pues esta, nunca se marchitó.

Algunas personas, dicen, que aquel niño, era un enviado de Dios, para completar las rosas, ya que al Señor, no le gustaban del todo.

Desde aquel día, las rosas, fueron rojas, su tallo, se cubrió de espinas, y sus pétalos, se empaparon, en un bello y dulce olor.

Hoy en día conocemos más colores de rosas, pero desconocemos su origen.

El muchacho, concluyó su historia:

-¿Te ha gustado?

La niña, asintió sonriéndole.

-¿Sabes lo que nos quiere decir?

La niña, negó con la cabeza.


-Que las cosas más dolorosas, pueden llegar a ser las más bellas. Que tras una muerte, puede haber una vida. Por eso, nunca debemos guiarnos por el dolor, e intentar ver siempre, las cosas bellas, que hay, escondidas tras las dolorosas. Por que a veces, el mayor golpe de nuestras vidas, nos puede traer algo bello. Algo, que siempre, hay alojado, aunque tan sólo sea, algo muy pequeño e insignificante, que esté alojado en los más profundo de nuestro corazón. Las lágrimas, son el principio de una sonrisa inconclusa.