martes, 10 de mayo de 2011

Sabiduría oriental.


Fan Chunren fue el segundo hijo de Fan Zhongya, un notable literato de la historia China y una importante figura en el ámbito político de la dinastía Sung,
Él le enseño a sus hijos a vivir de acuerdo a altos estándares morales.
" La persona más confundida y ofuscada puede tener la cabeza bien clara y despierta cuando examina la falta de los otros, una persona muy inteligente se puede volver bastante tonta cuando excusa sus propios errores.
Por lo tanto si uno pudiera reprendese a uno mismo de la manera como uno reprende a los otros y excusar a los otros de la manera que uno se perdona a sí mismo, muy fácilmente podría volverse sabio," dijo Fan.
Algunos les pedían a Fan que les guiara en como conducirse a si mismos y como relacionarse con otros de buena manera.
Ël dijo: "Sólo la frugalidad puede albergar una sensación de honor y verguenza, y sólo el perdón puede traer benevolencia y virtud".
Fan practicó la cultivacion personal.
Cada día después de trabajar en la oficina del gobierno, se cambiaba de ropa y se vestía con algo barato.
Ël nunca fue fastidioso con la comida y mantuvo esta forma de ser sin importar el rango que mantuviera en la vida.
En las relaciones personales la gente de la antigua China educaba a sus hijos a ser estrictos consigo mismos y a perdonar a los demás.
Fan aconsejaba a sus hijos y estudiantes a que la clave para altos niveles de moralidad era: "Criticarse a uno mismo de la manera que se encuentran defectos en otros y perdonar a otros como nos disculpamos a nosotros mismos."
En la práctica esto no es fácil.
La gente tiende a ver el mundo de una manera insastifactoria y corrupta y se siente triste e incomoda.
Molesta y enojada empieza a culpar y a censurar a los demás.
Normalmente comentamos grandes principios para cubrir nuestros propios problemas.
Cuando vemos las faltas en otros nos sentimos bien acerca de nosotros mismos.
Esta no es manera de cultivar la moral y la propia conducta.
El primer paso en cultivar la virtud es empezar a identificar nuestras propias deficiencias.
Una vez que se aprende un principio es fácil aplicarlo a otros pero es muy difícil aplicarlo a nosotros mismos.
Sólo hablar de principios no funciona hasta que lo ponemos en acción.
Cuando los conflictos o dificultades aparecen, debemos corregirnos a nosotros mismos en vez de criticar o culpar a otros.
Nuestro capital moral acumularía si constantemente nos examináramos a nosotros mismos y fuéramos tolerantes de las fallas de los otros.
Al mismo tiempo esto nos permitiría influenciar en otros de manera positiva.
Los problemas que vemos en otros deberían servír como alerta para no cometíéramos los mismos errores.
Si pudiéramos realmente perdonar a los otros de la misma manera que nos excusamos a nosotros mismos, entonces la santidad estaría al alcance.

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