martes, 1 de marzo de 2011

Lobo.


En una noche oscura, esperaba, esperaba impaciente a su amada secreta, oculta en su pecho como grabada a fuego que deja su marca a rojo vivo.
Tan presente y lejana, tan infinitamente bella y misteriosa, que no osaba entenderla, ni tan siquiera hablarle, tan solo contemplarla...
Su fuerza radicaba en ese acto, en esa dulzura amarga de amar sin ser correspondido y en su mirada, puñaladas frías que hielan las almas de cobardes mortales.
Lobo feroz y orgulloso de su linaje noble, de raza de valientes, intrépido en su bosque de verdes.
¿Cuántas veces habría recorrido esos lugares tan hermosos?,
no hubo quien las contase.
¿Cuántas veces espero sin alivio de la noche su llegada?,
tampoco se contaron.
Parecía no obstante hoy más tranquilo que nunca y más furioso a la vez.
El tiempo no es eterno, el tiempo no existe, pero pasa, o pasamos o las cosas transcurren sin otra alternativa más que dejarlas suceder.
Las nubes eran densas, eso le molestaba, le hacia temer el peor de los casos, que su presencia hermosa no fuera divisada por sus ojos ansiosos de poder verla y admirarla.
El río cristalino de ligeras aguas hoy fluìan como sin tener prisas, y a su paso dejaban risas de cascabel, invitaban con su canto a el lobo a acercarse a su orilla.
¡ Oh cuanto dolor sentía !, cuan poco le quedaba para gustar la muerte que a toda vida llega, más no era su pena dejar su corta vida, sino no haber pronunciado las palabras, aquellas escondidas...
Ella tardaba, ¿acaso hoy no vendría?.
El corazón se queda inmóvil, el aliento se hace casi imperceptible, como pretendiendo detener a el que sin piedad alguna no para ni un instante y sigue, y sigue... el tiempo.
La oscuridad se abría camino y ganaba la batalla con la luz, también pretendía ganas los ojos del del lobo y hacer que los cerrase para encontrarse con ella, pero en honor a su adjetivo más pronunciado por los hombres, la ferocidad con la que luchaba era enorme.
Una brisa muy suave acunaba su alma que ya casi dormía pero aún antes de que llegue el sueño eterno ha de gozar de una noche con ella, de una última mirada.
Aquella tarde los disparos sonaron como nunca antes lo hicieron. El hombre, otra vez el hombre y su imperdonable orgullo necio con sus actos de crueldad destruye, mata, arrasa por donde sus pies pisan, la cacería comenzó de madrugada, bien temprano, los caballos al galope corrían al ritmo que sus dueños les marcaban, sonidos, perros que ladran, Tiemblan las flores que crecen en los senderos de ese bosque, su bosque.
El nacíó allí, único macho de una camada de cuatro lobeznos,fuerte, valiente, desde bien pequeño aprendió a sobrevivir bajo el cuidado de su madre, y pronto fue de los primeros en unirse a las partidas de caza para buscar alimento en la manada.
Su caza era instinto de supervivencia, la caza del hombre, diversión.
Sus patas volaban como el viento, corría en busca de refugio pero el disparo le alcanzo en un costado y lentamente, aunque ninguno de los hombres lo encontró, ni pudo hallar su rastro, él fue perdiendo su sangre y con ella su vida.
Le quedaba muy poco aliento ya, ¿tal vez, unas horas...?
Quizás no tanto, ¿acaso unos minutos más?...
Y otra vez su enemigo, el tiempo, odioso tiempo al que jamás le ganamos la partida.
Nos vence siempre irremediablemente.
El manto de la noche se rasgó como velo de seda que es atravesado por un fino cuchillo, y deslumbrante, enloquecedoramente hermosa, asoma su palidez y se refleja en las aguas del río su belleza.
¡ Oh luna !
Amada por poetas, por dioses, y mortales.
¿Porque es tan triste tu mirada de luz?
El lobo, abrió sus ojos cuanto pudo luchando poderoso con la muerte,mordiéndole al viento de la noche, aullando nuevamente para ella y gritando por ,a su manera, cuanto la amaba.
Te amo bella luna, son estas por fin mis últimas palabras.
Y tendido sobre el rojizo suelo dejo allí su cuerpo y entregó a su Dios su alma.
Alma que voló tan alto que alcanzó el cielo y pudo besar así a su amada, para luego seguir con su camino, para por fin hallar la paz que tanto ansiaba.
Así sucede siempre.
Para irse en paz dejo brotar de si esas palabras mágicas: te amo... te amo.
Ni bestias, ni mortales debieran de callarlas, por que dejar el mundo sin nunca pronunciarlas, es dejar una vida vacía de esperanzas...
Su vida fue muy breve, más su amor tan intenso que lleno su existencia de luz tibia y clara.
La amó, y eso es lo bello.

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